martes, 19 de febrero de 2008

Sé lo que hicieron el verano pasado.


El título puede predecir una historia de terror; pues les cuento que se queda corto, entonces podrán inferir que se trata de una historia realmente terrorífica. Sucedió a finales del año escolar, el verano del 2007. Como presagio de un número maldito se apresuraron los preparativos de los trabajos finales, los maestros adelantamos tareas, apresuramos entregas de trabajos, corríamos y sudábamos por estar a tiempo en el gran cóctel. La invitada sería la directora, el show: los alumnos, los organizadores, asesores, coordinadores y maestros responsables del período, en ese entonces segundo.
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El día llegó. La fiesta fue una verbena con colores y sonrisas. No faltaron los nervios y las mentiras piadosas (por piedad que me perdone el río), la música y el baile; las cartas colgaban de las paredes y la hermosura del tapiz sublimaba el ambiente, las exposiciones, los comentarios –que bien te fue, que bonito te quedó, el tuyo estaba más lleno, tu juntaste más trabajo, tú me ganaste el salón que quería, tú te llevaste el mejor grupo -en fin, la armonía hacía imperar una musicalidad etérea.
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Las felicitaciones al final, los abrazos y los deseos (buenos y malos) se avecinaban en fila. Recogía las carpetas que representaban el final del curso inconcluso, y pensaba en lo que haría la semana que faltaba para terminar el semestre; entonces imagine una serie de sesiones donde hiciéramos círculos de lectura: las alumnas leerían textos, los comentaríamos y terminaríamos las sesiones. El programa se había apresurado tanto que habíamos terminado un campo de dos meses en uno y medio; nos sobraba una semana y resultaba algo parecido a lo que les pasa a los maestros de secundaria el último mes de clases que se la pasan de nanas de niños de secundaria.
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Comenzó el círculo de lecturas y las alumnas superaron las expectativas, eran demandantes y tenaces, así que como premio les ofrecí una conferencia con tres escritores locales. Les emocionó tanto la idea que en ese momento comenzamos a preparar el evento que sería en el salón de clases la última sesión, lo consulté nuevamente con la asesora y dijo que no habría problema, incluso me invitó a hacerlo público para todo el semestre, todas las especialidades y en el auditorio.
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La fecha se acercaba y los murmullos se hacían más fuertes, -vendrán tres escritores a dar una conferencia, se oían los susurros en los pasillos de la escuela. Unos días antes del evento me llama la asesora de la asignatura y me anuncia que el evento se suspende, que no habrá conferencia, porque no estaba dentro de la planeación. Desconcertada le pedí una explicación, -¿qué pasa en realidad, quién dijo no?, -la pulcritud de la asesora casi desatina y le tiembla la voz cuando me dice “los de líneas curriculares”. ¡Ahh!, exhalé con fuerte aliento –los curriculares, bien lo haré sólo para mis alumnas, solamente en mi salón.
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El día llegó. La cita estaba dispuesta. El anuncio estaba hecho. El evento tenía nombre, “los escritores a cuentas” se llamaba, se hablaría de lectura y de escritura que eran las habilidades desarrolladas por esta asignatura; leer y escribir eran los nombres de los campos y empataba perfectamente. Los escritores serían: Romualdo Gallegos, Enrique Saucedo y Guillermo Berrones; las alumnas los esperaban y en un arrebato de ansiedad llenaron el salón con globos, hicieron carteles y se uniformaron de rosa.
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Una hora antes de comenzar el evento, estaba sentada frente a una computadora terminando de afinar el discurso de la presentación cuando una mano fría toca mi hombro derecho. Volteo inmediatamente y era mi asesora. -Qué susto me diste- le dije, sonrió y me preguntó –¿qué haces? Le mostré la presentación que había hecho y salió. Unos minutos después regresa con una noticia, -no puedes hacer el evento, -ni siquiera dentro de tu salón. Ante la noticia quedé pasmada, el atentado era injusto y sinrazón, el desafío inmediato me llevó a decirle que lo haría de igual manera. Me parecía injusto y las razones que me daba eran invalidas y con falta de sustento, le recordé la verbena que vivimos, tampoco estaba dentro de la planeación y sin embargo lo hicimos, era un ejemplo para invalidar la razón de la falta de planeación del evento: que no se encontraba “los escritores a cuentas” dentro de las planeaciones de Marzano que habíamos entregado meses antes.
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El desafío duró poco, inmediatamente después del anuncio escucho la voz del coordinador del semestre. La llamada duró más de tres minutos, me habló con voz pausada y me dio la recomendación, de no hacer el evento. Colgué el teléfono fui al baño, me tire agua en la cara, respiré hondo y decidí cancelar el evento. Salí del baño y en el lobby de la escuela se encontraba el primer escritor, iba llegando Guillermo Berrones. Con una explicación cortada por los suspiros de coraje Guillermo entendió de inmediato, intentó hacerme sentir bien y cuando se dio la vuelta entraba el segundo escritor, Romualdo Gallegos; no podía explicarle algo que me parecía inexplicable, Enrique Saucedo se enteró después y se marcharon tres escritores, dando la espalda a una institución que no quiso recibirlos.
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Era la hora de ir a clases, caminaba por el pasillo modificando el discurso que había planeado decirles una hora antes (eso fue lo más difícil). Llegando al salón inhalo el aire necesario para la noticia y alcanzo a escuchar –ya vienen los escritores, prepara las sillas. Cuando entro se escucha un grito: “¡Bienvenidos!”. Mi sonrisa se congeló y se convirtió en una mueca que duró unos minutos. Las alumnas se dieron cuenta que no habría escritores, les dije que le pidieran explicaciones a la coordinación porque yo no las tenía. Ellas exigieron una explicación que nunca se dio.
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Desde entonces, las injusticias, los temores, las tristezas, el coraje, han ido creciendo en la institución. Se les ha visto en las caras desencajadas de quienes las vivimos, nos acompañan a dar clases, entran al salón y las compartimos con los alumnos; alumnos que son testigos y únicas víctimas de estas formas extrañas de regular la institución.
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Actualmente me preparo para impartir el curso de Estrategias II y tomaré las medidas necesarias. Incluiré (si me es permitido) eventos sin nombres para evitar diabólicas excusas.
Sé lo que hicieron el verano pasado y lo recordaré por siempre…
Ileana Cepeda

9 comentarios:

Luz Rodríguez Llanes dijo...

El verano pasado y el antepasado y el anterior, no importa cual, la historia siempre es la misma: los curriculeros siempre tienen la razón

Oscarito Benavides dijo...

Los curriculeros, como los llama Lucy, tendrán una vez más la última palabra. No tú. Ya sabes vivir con ello, para qué te haces...

¿Hasta cuándo?

Guillermo Berrones dijo...

¡Vaya, vaya, vaya! Palabras de mujer. Pero qué atrevimiento el tuyo, en lugar de hincarte ante la tempestad. Solo espero, amiga, que tu texto no sufra las consecuencias de la estrechez intelectual y política normalista. Hay cosas, nombres y sucesos proscritos que deben dejarse correr y callar si no quieres padecer la infamia y el desprestigio, a pesar de la calidad de tu texto. La valentía cuesta. Cuídate mucho.

Fernando Arellano dijo...

¡Esssasss pinchessss liniasss son currrriculerassss!

Enrique dijo...

Cambia, todo cambia y la �nica constante del cambio es el cambio mismo,asi que no te preocupes y despojate del rencor, m�s no de la memoria. Despu�s de todo c�mo nos explicar�amos llegar hasta este punto de l historia en que las malas intenciones sean vencidas, aunque sea a la larga, por las buenas conciencas. �Es filosofia o me estoy volviendo condescendiente? Tu esfuerzo fructificar� ejemplos hay muchos, hasta a Marzano veremos caer, y si no al tiempo vamos, no hay cegera que dure cien a�os, ni lazarillos que los aguanten.

De puros cuentos y tristezas. Por J. Herrera dijo...

Solo tengo una palabra y pido de antemano perdón

!Que ulerrooossssss!

Estimada maestra Iliana, no se desanime... tengo una idea, de perdido para la próxima conferencia, que sea en línea (por videoconferencia)...asi no tendrá que manifestar la pena de despedir deshonrosamente fuera de la ANORMAL a los hidalgos..

saludos

° Marilyn ° dijo...

Ay maestra,
Ante semejante situación uno
más que coraje no puede dejar de sentir tristeza.
Lo leo y no lo creo, mejor dicho si lo creo, pero me da un no sé qué entonces mejor paso saliva y aprieto lo ojos.
He tenido más de una desilusión en menos de dos semestres.
Pero hay una tribu (entre maestros y compañeros) con los que me da un gusto enorme haberme encontrado, eso hace que viaje risueña esa hora y 15 escuchando "like a rolling stone" en el colectivo camino a laNormal.
Maestra cuídese y ojalá verla pronto.

Unknown dijo...

Wooowww...Maestra...vaya que supo escribir exactamente lo que nos hicieron el verano pasado...
y que desafortunadamente seguiran haciendo por siempre...
Afortunadamente hay algunas cosas que te hacen sobrellevar la estancia en esa escuela, como los compañeros,algunos...solo algunos maestros...y entre ellos usted..
Gracias =D

Anónimo dijo...

Recuerdo bien ese lúgubre episodio, ilusión y curiosidad antípoda a la impotencia. Parece justo que después de un año no solo se llenaría un espacio de dos horas clase para conocer la obra de un excelente escritor, logramos involucranos y ser parte de él por lo menos un verano. A final de cuentas "ganamos más", conocimos su vida, intereses, secretos, pasiones, emociones, prejuicios, sarcasmo y un elegante gesto de intelectualidad. Honorable maestro a quien respeto y aprecio.