lunes, 16 de febrero de 2015

La mirada, esa erección del ojo. Lacan


La expectación estaba ardiente y las redes sociales, televisión, radio, prensa hacían la labor de difundir el morbo y la excitación por todos lados. Similar a la espera de Harry Pooter, por adolescentes. Las y los lectores de Las cincuentas sombras de Grey esperaban el estreno de “la película más erótica del año”.
Dentro del bullicio del libro, lo leí. Leí el primero, y me costó trabajo terminarlo pero lo logré. Dentro del bullicio de la película, fui a verla. Vi la primera parte, y entrada la segunda hora, caí en un sueño profundo del cual me despertaban las risas y burlas de mis amigas. A diferencia del libro, al que llegué cansada al final, la película no pude terminarla, me despertó el brillo de las luces que se encendían mientras despertaba asustada, preguntando, -qué, qué pasó, en qué se acabó. Mis amigas como todas unas buleadoras profesionales, sacaron fotos y ahora me he convertido en la risa de los chats del whatsApp. Debido a este despiste, no puedo contarles toda la película, sólo puedo expresarles la opinión de lo que vi y lo que leí.
El libro tiene errores gramaticales y ortográficos imperdonables en una edición con esas dimensiones de tiraje. Tiene figuras simples, una estructura básica y sin valor literario. Cuando en clase hablamos de literatura, últimamente sale a relucir esta novela, mi profesión me impide decirles a mis alumnos “no la lean”, además los alentaría a que la leyeran con mayor entusiasmo, así que los llevo a dar un paseo por las novelas eróticas con una carga literaria fuerte y una construcción de personajes con una estructura sígnica elaborada mediante un proceso de ficción en los cuales les explico la carga literaria que estos poseen.
Lejano a estos personajes, encontré a los protagonistas de esta historia de amor. La adaptación a cine, incluye una música que lejos de provocar erotismo, a mí me durmió. La actuación de los personajes me pareció con demasiado romanticismo, personajes cándidos, cargados de simbolismos misóginos y sexistas encontrados tanto en el texto como en la película.
Tal vez esto responda mi inquietud, sobre el porqué me quedé dormida. Leí cuando era muy joven al Marques de Sade, poco después y con un gran impacto en su momento Las edades de Lulú, leí Lolita cuando estudiaba preparatoria, después analicé El cantar de los cantares, Pantaleon y las visitadoras, El amante, Cartas eróticas, que en este momento recuerdo y sonrío. En la época de la secundaria y con la prohibición encima veíamos revistas porno, que nos conseguía una compañera y escondíamos entre los libros, las veíamos y aventábamos a la basura. No recuerdo en qué momento comenzó y en qué momento terminó, pero olvidamos el asunto y volvimos a bailar coreografías de canciones famosas como cualquier adolescente.
Las mujeres como consumidoras de erotismo.
Esta película y libro, han puesto en la mira a las mujeres como consumidoras de pornografía y erotismo, algo que no es nada nuevo pero ha rebasado el ámbito de lo íntimo; además se contradice entre el acto de transmitir una idea de igualdad, con el consumir una historia en donde se presenta a una mujer que necesita a un hombre para que le enseñe a disfrutar el sexo. La historia escrita por una mujer (aquí debería existir una sensación de traición) en donde plantea la tesis: que una mujer sumisa, sólo puede descubrir el placer por la enseñanza de un hombre, a través del acoso, de instrucciones violentas, de abuso emocional, y la compra de sexo por medio de regalos caros.  Por medio de esta tesis la idea de paralelismo entre el consumo de erotismo nos deja por debajo de las expectativas e ideas de búsqueda de igualdad de género que se ha ganado hasta esta época.
Si buscamos la imagen de la mujer en esta algarabía consumista de sombras, encontraremos nuevamente a la mujer machista que se ve a sí misma en la pantalla, esperando encontrar quién la enseñe a sentir placer, que además sea guapo y millonario, que le regale artículos costosos, mientras que si cerramos los ojos encontraremos nuevamente a la mujer tradicional con el cuerpo desnudo y sin cabeza.  Aunque podemos partir también de la mujer que ve a la otra mujer, como espectador masculino, a quien acepta en condición inferior.

Sólo espero despertar dentro de unos meses más y encontrarme con que todo esto era una broma al estilo de Mike McGrady, y entonces entenderé todo de un solo golpe, por lo pronto me voy a dormir de nuevo.