jueves, 10 de julio de 2008

“El mundo de los escritores”

Desde que hicieron la remodelación del Colegio Civil, no había querido volver a entrar. Ayer, ante la presentación del libro de uno de mis escritores favoritos, decidí dejar los recuerdos de lado, para afrontar las nuevas paredes de ese recinto, al lado de una nueva historia. Me llevó hasta ahí el deseo de escuchar buenas voces, además de la presentación del libro; los presentadores fueron: un gran compañero, escritor y amigo, Enrique Saucedo, y Gerardo López Moya, del que tenía la expectativa de escuchar buenos comentarios, además de inteligentes y espasmódicos. Llegué a ese lugar para ver a los escritores bajar al mundo de los terrenales.

El libro lo hojeé sólo por unos minutos previos a la presentación, y me llamó la atención que cada cuento estuviera acompañado de un dibujo; éste libro no tendrá "peros", hasta dibujos tiene. La bibliografía del autor se caracteriza por títulos muy creativos e ingeniosos.

"Cuentos cortos escritores largos" posee esa peculiaridad, y un sentido coherente con un escritor muy "largo", picudo, tramposo, lleno de historias momentáneas, citadinas y casuales. Historias cortas, en vidas largas, en la connotación de una vida llena de historias, o una historia llena de vidas; en fin, el título alude a infinidad de interpretaciones que cada lector deberá hacerse al tener en sus manos el libro.

Llegué entonces con la piel de gallina, una mueca en la cara y los sentimientos a flor de piel. Entré al estacionamiento, subí por el elevador, puse un pie sobre la plaza, mi plaza, busqué personas; me entretuve viendo como un novio enamorado,tocaba la cintura de su amada como si midiera 60 de cintura, no le importaba tocar una lonja de grasa, su cara sonreía mientras acariciaba su brazo desde el hombro hasta tomarle la palma de la mano. De pronto los novios quedaron atrás y estaba frente a la puerta de "El aula magna". Entré y me indicaron que el salón estaba a la derecha.

Sentada cómodamente en una sala a reventar escuché a Enrique Saucedo, el primer presentador del libro. Enrique, conocedor de la obra del autor, conocedor del oficio de escribir, hace un recuento de la obra de Romualdo, y lleva de la mano a viejos y nuevos lectores camino al nuevo libro del escritor. Presenta a su compañero y amigo, al libro, a su escritor, a la reciente creación en la ciudad de los osos y de las montañas. Delicadamente trata el libro, lo toma en sus manos y lo explora detalladamente, contándonos íntegramente las historias; le habla al oído y le cuelga pocos adjetivos. La ponencia de Enrique nos invita a leer el texto, a disfrutar del sarcasmo inteligente de su autor, y sobre todo a buscarnos en los personajes omitidos por Romualdo, pero inevitablemente designados por el lector.

El breve comentario del caricaturista nos refrenda que es un buen libro, en el que hubiera contribuido gratuitamente; a nadie se le puede escapar el gesto de Romualdo cuando levanta la cara, asombrado por el comentario del ilustrador Sergio Flores.

Gerardo López Moya --permítanme suspirar y hacer una acotación: le pedí a Enrique, codazo de por medio, que me presentara a Gerardo (sintiéndome de 15 e imaginándolo de 16) cuando estuviéramos en el evento. Ante la solemnidad y prudencia de mi amigo tuve que presentarme sola. Advierto que ese es el nivel de objetividad en que se basan mis comentarios--.

Gerardo, como iba diciendo, comienza leyendo un relato del libro, dándole una lectura rápida, demasiado rápida; hizo entonces una cronología del crecimiento de un bebé, hasta la creación de un escritor incomprendido, tratando de explicar el estilo del autor. Después nos describe cómo la bazofia de la vida es transformada por el escritor en cuentos digeribles, pulcros y sublimes.

El escritor toma la palabra, la estruja y la acomoda en sus sonrisas y muecas. Con geniales frases cortas nos mantiene expectantes, escuchándolo, atendiéndolo. Toma el micrófono, se niega a usar lentes y enumera cada una de las frases que nos regala a la vez que la sala se llena de la simpatía que irradia Romualdo, con el libro entre sus manos, nos lo entrega con recelo, con nostalgia, ay de aquel que se le ocurra tomar un cuento del libro para ver la conjugación de verbos, los signos de puntuación o ponerle la cola al cocodrilo.

Al terminar la presentación, una mujer, o tal vez un hombre disfrazado, pidió la palabra y acusó a Gerardo de grosero por emplear un léxico inadecuado. El auditorio, indiferente ante la histriónica escena, siguió su curso encaminándose a la salida. Gerardo recibió sonriente la crítica, y el satisfecho Romualdo, con su especial ironía, le agradeció el comentario con gesto complacido por haber tenido un evento pluricultural.

Terminó la fiesta con un brindis en el que me dispuse a tomar sólo agua. Reunidos en un patio, donde hace 16 años subía a una plataforma a un concurso de minifaldas (que por supuesto no gané, aunque sí gané una apuesta de: "a que no te subes", "a que sí; cuánto"). María, Guillermo, Hiram y yo, platicamos del evento, de los recuerdos, del edificio nuevo que guardaba infinidad de historias. Guillermo insistió en darme un tinto. Tomé el último trago de la última botella, literalmente me acabé el vino del evento un evento que sorprendió por la asistencia de verdaderos intelectuales vestidos de mezclilla, remojados por la lluvia, con camisetas rojas y camisas apretadas.

Un evento extra-terrenal en la tierra de los zombis.

martes, 1 de julio de 2008

¿Qué es poesía?

RIMA XXI
—¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?

Gustavo Adolfo Bécquer



La pregunta causó una discusión interminable, una bocanada de respuestas e interpretaciones que jamás concluyeron. El poeta conservador defendía afanosamente sus palabras con la humedad de su voz. Los silencios prolongados causaban el embeleso del auditorio que presenciaba la dulzura de sus versos, nos acostumbró y nos convenció en sólo unos minutos que sus estrofas, el raudal de palabras escritas y ordenadas era poesía. La melodía de sus encantadores lectores, la cadencia de los movimientos del aire que escupían de su boca, endulzaban el oído y el espíritu de los que atónitos escuchábamos.

¿Qué es poesía?

El irreverente poeta mezquino, el populacho, el andante, el dueño de las calles y de las historias de peatones dice que la poesía no se adorna, no se canta y no se grita en el micrófono, la poesía se lee en silencio, en la noche, dice que viaja en la humedad de un beso y se disfruta en soledad o en compañía de la soledad. El poeta toma la cotidianeidad y la transforma con palabras, al borracho lo deja así, habla de su hedor y de sus labios húmedos; cual Bukowski estremecedor de realidades, alejado de la divinidad de Huidobro, más terrenal que la crueldad; juega con el lenguaje y la creatividad regalándonos versos, libres o no, con métrica o si ella, con sensibilidad e inteligencia.

¿Qué es poesía? Me confieso lectora, apasionada de éste género. Me embruja la poesía de Jaime Sabines, me enamora Joaquín Sabina. Joaquín y Jaime, Sabina y Sabines, uno me estruja y el otro acaricia. La oralidad de mi abuela, sus rimas, su melódico hablar, las historias en canciones, el sabor de los chismes, la historia de cada palabra, los años a cuestas de cada leyenda, su interminable curva melódica ascendente. De cada poema, de cada poeta, de cada palabra, de cada cantor, me quedo con la música en los labios de mi vieja.

Poesía... eres tú.

-¡Yo, jamás!

Ileana Cepeda