lunes, 22 de diciembre de 2008

Cuentos de amor y locura soledad III

Ella más sola que nunca, paseaba de noche por la acera recordando los años de manos acompañadas, de besos compartidos. Revive la última vez que lo vio. La calle del centro, la recordará siempre. Iba rumbo a la farmacia cuando de reconoce un carro estacionado en la plaza, se acerca con miedo a ver al interior del coche de su novio, que horas antes la había dejado en la puerta de su casa después de la obligada visita diaria. Los lentes que ella había tomado antes cayeron en el asiento. Veía los muslos de una mujer en el asiento de atrás del coche, meneándose al ritmo de la música de los sonidos de su novio. Abrió la puerta, jaló a la chica, sacó a su novio y lo despidió con un puñetazo. En la brutalidad del abandonó jamás lo perdonó; más sin embargo fingió ser feliz, se casó, tuvo hijos, compró una casa, más nunca un coche, ella jamás se volvió a subir a un coche acompañada.

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Se le veía cotidianamente afuera de la capilla, entraba sigilosamente escondiéndose entre la muchedumbre y lloraba, sentada en la misma silla, junto a un cuerpo extraño, tomando con la misma mano el ataúd, y con la otra detenía su cabeza, como si fuera a caerse un día. Corría de pronto y alcanzaba el camión en la esquina mientras se limpiaba los ojos antes de llegar a su casa. Hoy fue diferente, hoy conocía al muerto, hoy no pudo entrar, había llorado lo suficiente a otros que a él; debería dar el honor a su esposa e hijos, que le lloraran un poco.
Ileana Cepeda