jueves, 26 de junio de 2008

Happy birthday my blog

Saben esto de “escribir” lo había comenzado hace años, cuando de adolescente trazaba mis historias en un “diario”, pero como a muchas me cacharon al quedarme dormida con el diario en las manos y me censuraron; por cierto con mis compañeras de la secundaria tenía un diario colectivo, me gustaría releerlo.
Después en la prepa la maestra de taller de redacción, nos pidió escribir un cuento y recuerdo que hice la historia de una chica adicta a las pastillas, estaba yo influenciada por la historia de la canción: Princesa de Joaquin Sabina. La maestra al parecer se escandalizó por el vocabulario que utilizaba y me devolvió mi escrito diciendo que eso no era lo que había pedido. Le escribí entonces una historia de una niña llamada Karlita que tenía síndrome Down, recuerdo su placentera cara mientras la leía y además decía –esto sí es literatura, está hermoso>.
En la facultad, ya bastante contaminada, me obligaron a escribir y no pude. Envidiaba los poemas de Angela, quien de pronto exponía sus comentarios con un lenguaje tan poético y además su compañero Reynaldo (ahora su esposo) la adornaba diciendo –maestro, además escribió un poema, lo leía y tenía la desfachatez de sonreír junto a su larga y perfecta cabellera.
Cuando ingreso a la maestría me descubro escribiendo Posdatas en mis trabajos y me gustaron. Al tiempo que me relaciono con mis compañeros de la normal, escritores, escribientes y escribanos. Intercambiábamos mails, recados y avisos en los que me sentía obligada a escribirlos bien, las correcciones a los trabajos de mis alumnos me ayudaron, además de las pastillas anticomitis que me dieron y que aún me fallan.
Mis alumnos de secundaria me alimentan día a día, me regalan historias maravillosas, las envuelven en fantasía, me las adornan con sonrisas y carcajadas en los ojos; en fin me disgusta contar el tiempo, tomarlo y ponerle nombre pero la costumbre obliga a contar, a nominar.
Un año es para mí, sonrisas, multas, reclamos, catarsis, regaños, descanso, gritos, causas – consecuencias, miedos, preocupación, alegría, sonrisas, palabras de lágrimas, cometarios virtuosos (todos), más amigos, menos amigos, desnudez, calosfríos, bochornos; en fin, mezclas de emociones acompañada siempre, de los ojos de mi lector preferido Hiram.
Gracias por leerme… see you letter.

domingo, 8 de junio de 2008

104 años de vida e historias que contar...













La historia de mi abuelo es interesante, no sólo por su longevidad sino por las experiencias acumuladas en ese andar. He recuperado sólo algunas historias de las que ha pasado ese hombre, para mi desventura, él es algo reservado y hay días en que no se antoja mucho platicar, le gusta estar sólo con mi abuela. Me ha mencionado que se ha cansado de vivir y no sabe como dejarse morir, la monotonía de la vida le ha batido, la misma comida, la misma gente, los mismos paseos, con 104 años ha vivido y ha visto demasiado. El cansancio le pesa en la mirada pero sus piernas se levantan firmemente y se echan a andar. Mi abuelo no es Dorian Gray, el tiempo le ha desfigurado su galantería no es el hombre guapo que encantaba a las mujeres, más bien ahora le ceden el paso y lo miran con ternura. Las arrugas han marcado su existir y su cuerpo detiene sus pensamientos día a día. El no ha muerto porque no sabe cómo hacerlo, la ansiedad lo asusta, la vida lo atrae, el viento lo acaricia y le recuerda que existe. Nosotros su familia lo mantenemos vivo, lo cuidamos, lo visitamos, lo adoramos en nuestros rezos y prolongamos su vida.



Ismael Cepeda y María Martínez (1)



Entre Padre Mier y Morelos por la calle de Diego de Montemayor, mi abuelo rento una casa. La fachada era sencilla, tenía sólo dos cuartos y el interior estaba deteriorado. Mi abuelo en su afán de detallista le llevó tres días arreglar la casita; le arregló las puertas, la pintó, ordenó la cocina y cuando estaba terminada entró con mi abuela de la mano diciéndole -"jamás entrarás a una casa tirada mientras yo viva". Al mes llega el rentero a cobrar el plazo de renta y mi abuelo le presenta las cuentas de la reparación y le da la opción de pagar la mitad de la cuenta cada uno. El rentero le contesta que fue su decisión arreglar la casa así que él no pagaría ni un centavo de los arreglos. Mi abuelo le pago el mes, le dijo que se retirarían de la casa. Pero antes de irse tomó un pico y destruyó la puerta, las ventanas, las paredes y entregó la casa, casi igual que como estaba.