viernes, 24 de septiembre de 2010

Siempre quise que me paseara a caballo.

Por: Ileana Cepeda

Recargada una mano en la manija de la puerta y la otra alzando sigilosamente la cortina de la ventana que daba a la calle veía como arrastraban su cuerpo mientras a gritos pedían que salieran a rescatarlo. El caballo pisoteaba el suelo y revolvía su sangre, que se impregnaba en la tierra por la que a gritos y coraje lidió. Sujetaba la manilla de la puerta mientras la revolución que llevaba dentro me amenazaba el alma, atemorizaba mis sentidos y el temor me detenía como lastre. Un paso atrás mis cuatro hijos me miraban y en silencio me gritaban que rescatara a su padre, que saliera e interrumpiera la provocación.

Solté la puerta y solté la idea de hacer algo por preservar su vida. Virando por la ventana puede despedirme de sus ojos. Lo vi, con la cabeza a rastras, los pies atados a la silla del caballo, los ideales en su piel manchada en sangre... más que nunca, la tierra era de él y la hazaña sólo suya. Su sangre no rodó hasta mi puerta, pero su olor permaneció en mi vida hasta ahora. Aún guardo el sonido de su cuerpo, el olor a sangre, y el sudor de mi mano que no intentó hacer algo por rescatarlo.

lunes, 7 de junio de 2010

EL BURRO HABLANDO DE OREJAS

La bandada de profes se dio cita en la escuelita más tarde de las horas acostumbradas, entraron sin hacer fila y se sentaron libremente a escuchar la clase del profe. Taberna. Sin levantar la mano. Sin hacer ruido. Sin pedir silencio. Se enmudeció el aula. Y todos calladitos nos quedamos a escuchar.

En la antesala las orejuelas chismosas de cartoncillo, adornaban las manos de quienes no se quisieron poner las orejas de burro para la presentación. La llegada del autor dio la pauta para que el maestro de ceremonias nos diera la bienvenida a la presentación del niño que nació con orejas de burro.

Ximena Peredo inició con la presentación, haciendo un preludio de alumnos demandantes de un honesto proceso electoral en su facultad, enlazando el suceso con la crítica que descubrió en los diversos textos de Berrones. Sin reparar en nombres y apellidos, Ximena sorprendió al autor señalando quienes son los personajes de las historias narradas en el libro. Guillermo abría los ojos sorprendido, como preguntándose ¿es cierto? ¿Es mío?. La escritora enfatiza en sus ojos y gestos, cada cometario, cada opinión convirtiéndonos en público cautivo no solamente de su voz sino además de su expresión en cada palabra.

El turno de Lorena Sanmillan. Presenta orejas de Burro haciendo una merecida labor de investigación. Esclarece el nombre, lo desmenuza y nos muestra las diversas connotaciones de cada palabra que le da el título al libro. Las diversas expresiones coloquiales en las que se coloca atinadamente la palabra burro. La presentadora hacía su lectura cuando Guillermo la interrumpe y le pide que anexe a las frases “como burro en primavera”, la expresión soltó la risa de los asistentes que hasta entonces se habían quedado bien portados.

Lorena nos regala la lectura de fragmentos que comienzan a inquietar los ojos de los futuros lectores de Orejas de Burro. “Amores estudiantiles” leída con una tesitura y una suavidad que a más de un profe hizo suspirar, la presentadora nos pregunta ¿quién de ustedes no se ha enamorado de un profesor? La sonrisa de todos los presentes responde la pregunta. Las amplias sonrisas se quedaron congeladas hasta que nos dice Sanmillan. En este libro hay literatura pero no hay mucha ficción, este libro duele como lector, duele la realidad educativa. Lorena tus palabras duelen a los maestros que te escuchan.

Jesús de León. Desmenuza el tejido con que fue construido cada texto. Mostrando en la desnudez de lo imperfecto la valentía del profe que escribe y cuenta que algo no está bien en lo que ve. El tema de la educación en México es el tópico que encuentra Jesús como único lazo en los textos que conforman el libro. Señala la falta de una propuesta novedosa y reveladora. En la lectura de voz enérgica y determinante, nos deja ver que al autor le faltó meter la mano en la cicatriz, para abrir las propias heridas y mostrarnos posturas claras frente al dolor sentido como parte del sistema educativo.

Jesús nos indica en su presentación que el autor, mueve sus manos que señalan, juzgan y escriben lo que observa, pero no se involucran, quedándose en la imparcialidad y el respeto por los organigramas establecidos. De león lee las hipótesis de los propósitos del libro, como primera hipótesis menciona la crítica o la autocrítica sabiendo que Guillermo pertenece al gremio magisterial. Concluye con un paseo por nuestro honorable sistema educativo, los errores y tropiezos, las decisiones que determinan el curso de la cultura en nuestro país y han dejado un rezago histórico y difícil de recuperar. Jesús de León acierta con la boca sucia de verdad sobre la realidad educativa.

El turno de Guillermo, el turno del escriba. Nos invita a leer el libro, hace los agradecimientos a quienes colaboraron e hicieron posible la publicación y nos lee “Hummer en inglés se dice jómer” termina la lectura con la aceptación de los asistentes convertida en aplausos. Y la invitación a un brindis post presentación.

Los profes que llegaron caminando con los hombros alzados salieron con una sonrisa de culpa. Pensando cómo enseñar a pensar. Caminando hacia el brindis sin nada que celebrar. Reunidos entre amigos, se tomaron la foto poniéndose las orejas de burro y contra la pared vendieron su alma al diablo, para recuperarla. La ceremonia termina y la noche comienza con un viento que huele a agua, con gotas interminables que inundan la ciudad.

Dentro del ámbito educativo; entre profesores se aplica la burla y la desacreditación, pocos entienden la ironía y el sarcasmo. Orejas de Burro, es una crítica indirecta al sistema, a los maestros, a las decisiones. Es un lamento arrastrado en los pasillos, fuera y dentro de las aulas. Es la catarsis de un anarquista que respeta las reglas, llega a su escuela temprano, pasa lista a sus alumnos y se sienta a compartir el desayuno con compañeros que lloran en cada carcajada.

¿Quién se pone las orejas de burro?

miércoles, 21 de abril de 2010

CRIMEN SIN CASTIGO

Por: Ileana Cepeda
He conocido a Raskolnikov, un joven que habita donde vive la indiferencia. En tierras de Sabinas, amigo del conserje de la escuela en la que trabajo, lo encontré norteño encapsulado en un cuerpo de sinceridad andante que inmediatamente evidenció el engaño y las posturas que nos confunden.

Llegué a la normal de Sabinas Hidalgo, después de un delicioso viaje de ida, en donde las yucas hablaban unas con otras quizá; hasta después lo supe, de la inmortalidad y la justicia. Entré al salón y después de una hora y media salía del mismo con la clase terminada. Podemos ir en paz, la sesión ha finalizado, les dije a mis alumnos. Tenía dos horas antes del regresar a la fauna citadina y se me antojó comprar unos quesos. Así que pregunté a Juan el conserje de la escuela, dónde podría comprar quesos hechos en Sabinas. Me contestó haciéndome un croquis verbal, un tanto exagerado, pero funcional, me encaminé a la tienda en plan de turista regional.

Cuando regresé a la escuela (Juan no me había explicado el regreso) tomé una cuadra en sentido contrario y me di cuenta que Juan, y otra persona se reían en el portón de la escuela. Bajé del auto y le pregunté si la calle era en sentido contrario, la respuesta de su amigo, al que no conocía me sorprendió –pues, si ya se la echó, qué más da si era en contra- Siempre reaccionó segundos después, así que le expliqué al tipo que la próxima vez me gustaría manejar en el sentido de la calle, con eso fundamentaba mi duda.

Después de los comentarios cruzados, Raskolnikov decide presentarse. Mi cara marcó la pregunta por su nombre, a lo que el perspicaz personaje contestó, -sí, mi nombre es el del personaje de Crimen y Castigo. –¿La leíste?, inmediatamente pregunté. La conversación se tornó a los aspectos claves de la novela. Evidentemente el personaje de Sabinas y el de Dostoievsky tenían tanto en común. Me sentía realmente emocionada de estar hablando con el personaje de una novela leída. Le pregunté si acaso el pensaba, lucubraba, planeaba un asesinato. Su respuesta me impactó – todos hemos asesinado a alguien en el pensamiento, todos hemos querido matar.

Hablamos de las simulaciones, y los engaños. En Sabinas Hidalgo se había construido con una sola lectura, a un personaje de Novela. Cuando salimos del personaje construido, le pregunté por él, qué hace. Me dijo que estaba desempleado, que no había estudiado y la Facultad de Leyes no había inscrito en sus registros a Raskolnikov. Su nombre lo había condenado a la pobreza y sus padres apenas le habían dado el estudio necesario para terminar la educación básica.

Diariamente busca en silencio a la anciana de su novela, tiene visualizado al prestamista del pueblo, al dueño de la tienda, al de los quesos, a la viuda y al banquero. No existe Sonia en su novela, no ha habido cárceles, ni persecuciones. Su novela la construye en el imaginario constante de un tipo que anda libremente por los caminos de un pueblo, donde mira a los ojos a sus víctimas ficticias.

Terminó mi jornada de trabajo, subí al coche. Mi silencio lo acompañaron los sonidos de las yucas que murmuraban el castigo al criminal en potencia, hacían una convención sobre hacer justicia al pensamiento y a la inmortalidad de un ser imaginario. Los acuerdos no fueron revelados, pero espero contarle a Raskolnikov, que la persecución está cerca y el principio del final del personaje también.

viernes, 16 de abril de 2010

Cuando el crimen puede ser ejemplar

La primera vez que leí Crímenes ejemplares, de Max Aub, me impresionó el realismo con el que el autor narraba cada cuento, cada crimen y me aterró la seducción que sentía al momento de leerlos, disfrutaba la lectura, me signaba cada historia, me pertenecía. Cuando leí que el grueso de sus crímenes habían sido escritos por el autor en tierras mexicanas y bajo el arraigo del, tan nuestro, humor negro, entendí la complicidad sentida en cada una de sus letras.

Desde entonces uso el libro para leerles a mis alumnos algunos de mis crímenes favoritos. En ocasiones se asustan e impresionan un poco, pero como le pongo un poco de picardía a la lectura, terminan por pedirme -uno más, profe, y comenzamos con la clase-. Siempre existe el alumno que no le parece la lección: -¿qué le pasa a la profe, por qué nos lee estas cosas?-, pero créanme, mi única intención es que abran las fronteras de la recepción a diversas propuestas de cuentos, escuchando narraciones con una diversidad inimaginable.

El autor inicia el relato de sus crímenes con una confesión de la cual retomo el siguiente fragmento:

“Los hombres son como los hicieron y querer hacerlos responsables de lo que, de pronto, les empuja a salirse de sí es orgullo que no comparto. Los años me han abierto a la comprensión. Desembuchan escuetamente las razones nada oscuras que los llevó al crimen, sin otro que quejarse por su sentimiento. Ingenuamente dicen –a mi ver-- verdades.”

En el resto de la confesión, Aub nos explica el contexto que envuelve cada relato y las razones que tiene para escribirlos. Con el lavatorio de manos antepuesto al yugo de sus próximas letras, nos invita a leerlo en el más estricto sentido metafórico y literario.

Llevar este texto al aula había sido un acto de valentía, incluso de rebeldía, que sacudía con la excusa de “es literatura”, y la biografía de su autor respaldaba al más escéptico moralista que se atravesara en mi camino. Además de las bondades que tiene atender alumnos que son mayores de edad que, aunque no garantiza la madurez ni la comprensión de los textos, avala un nivel de moralidad arraigada y con cierto criterio.

Hace unas semanas presté mi libro a una de mis alumnas que se encuentra haciendo prácticas en segundo grado de secundaria, y resulta que, encantada con el texto, lo lee a los chicos de secundaria, los cuales a su vez escriben en su libreta su crimen ejemplar. Esto dentro de una propuesta didáctica que ella previamente estaba ejecutando con sus alumnos basada en la redacción de textos narrativos. El resultado, fueron excelentes cuentos escritos por los adolescentes plagados de creatividad en donde los crímenes y criminales bailaban juntos por los cuadernos de páginas vacías.

La falta de atención de los padres de la comunidad que atiende mi alumna quizá provoque que ni siquiera lean la libreta de sus muchachos, lo cual la exente de salir en televisión por una semana, siendo tachada de maestra incitadora de criminales; además que, inteligentemente, les pidió las hojas de libreta en donde los alumnos habían escrito sus relatos, para evitar cualquier conflicto. Según relata su diario, los alumnos siguieron escribiendo más y más relatos, ya sin su instrucción, lo cual salió de sus manos y decidió dar por terminada la sesión.

Viendo la preocupación de mi alumna, y relatándome el suceso como un verdadero conflicto moral, reflexionamos sobre lo que escuchan día a día en el noticiero los mismos alumnos que escucharon de voz de su profesora la literatura de Max Aub, con el conocimiento de que lo que escuchaban era ficción, personajes creados para dar vida a un cuento, escenarios que viven imaginariamente, protagonistas sin credenciales en la bolsa, ni recados en el vientre escritos con tinta indeleble.
La cotidianeidad del crimen noticioso, nos ha llevado a alejarnos del asombro que puede causarnos la lectura de un crimen de Aub. La ironía, el sarcasmo y el humor negro del autor son indetectables ante la criminalidad acostumbrada de nuestra sorprendente realidad.

martes, 2 de febrero de 2010

Diagnóstico


-¿Dígame qué le pasa? –Sabe doctor, desde hace varias semanas comencé a sentir algo parecido a un dolor de garganta. De hecho si se fija en mi historial médico sabrá con precisión en qué fecha, fue que consulté. Me dieron medicamentos que nunca me tomé porque yo tengo presentimientos y desde que toqué las medicinas algo me dijo que eso no me curaría. Entonces tomé algunos remedios, miel con limón, té de hojas de buganbilia y nada, entonces me di cuenta que lo que sentía no era dolor, porque me apretaba fuerte y no sentía más dolor, me asomaba por el espejo y no veía irritación ni puntos blancos en la garganta, así que decidí volver a venir a la consulta para que usted me diga qué es lo qué me pasa y cómo me podría curar.

-Aún siente la molestia- le preguntó el médico y ella asintió con la cabeza

-Podría describirme la molestia- agregó

-Pues siento algo raro, no es ardor, ni me pica, ni me duele, tampoco tengo tos, ni inflamación, me aprieto la garganta y sigue ahí, me suelto y sigue ahí, aminora un poco en las mañanas cuando tengo que cocinar el desayuno pero en cuanto termino, regresa y me atormenta toda la tarde, por la noche cuando me voy a dormir comienza la etapa crítica, y por eso es que vengo doctor, tengo varias noches sin dormir, me pongo una almohada en la garganta y siento como sale aún por encima de la almohada, es como un nudo. Eso doctor, traigo atorado un nudo en la garganta.

-¿Un nudo?, qué tan grande es.

-Muy grande, más grande que el cuello, por eso no me cabe y siento que me asfixia. Por las noches siento un miedo terrible por asfixiarme. No puedo dormir con almohadas porque me molesta el nudo, ni boca arriba, ni boca abajo, ni de ladito. Doctor es que ya no duermo. ¿Qué me puede dar?

-Es un problema complicado lo que usted manifiesta; los nudos en la garganta requieren operación y en la etapa en la que usted se encuentra creo que tenemos que intervenirla de urgencias.

La cara de seriedad del médico alertó a la paciente, quien desgarradoramente comenzó a llorar sin parar, salían y salían lágrimas de sus ojos que formaban grandes hilos delgados que el médico juntaba un tanto desconcentrado por la cantidad de llanto que desprendía aquella joven. Decidió levantarse y aproximarse a donde se encontraba la joven, la abrazó delicadamente y comenzó a disminuir el llanto, convertido ya en sollozos. -Moriré doctor, dígame la verdad- Preguntaba la chica mientras levantaba su rostro y cortaba los hilos de sus ojos -De ninguna manera- Respondió el médico, haremos unos estudios antes de programar la operación. Deberá eso sí, quedarse en el hospital, para que comiencen a analizarla de una vez –Podría doctor explicarme cómo y de qué se trata la intervención- el doctor le explicó paso a paso la operación, le dijo cuánto tardaría así como la recuperación, ella sabía que algo faltaba, que había algo que él no le había dicho

–las consecuencias doctor, ¿hay alguna consecuencia? –Sí hija- la cara del médico se endureció y trataba de apretar los labios, sin embargo salieron las palabras, creando otro caos –no podrá volver a hablar.

La noticia la enmudeció antes de que la operación lo hiciera, soltó el cuerpo y cayó lentamente sobre el sofá que la sostuvo por unos minutos mientras volvía en sí. –Jamás me ha gustado mi voz, pero jamás pensé en la posibilidad de no tenerla, jamás me imaginé sin ella. –no pensé que tuviera problema con eso, en su cartilla viene que donará la voz- el médico trataba de convencerla pero ella se resistía –pero eso sería cuando yo muera, no ahora, soy donadora cuando ya no me sirva, cuando para nada necesite mi voz, pero ahora, estoy tan acostumbrada a ella, que no me imagino sin voz. En cada respuesta, el médico buscaba el consuela que la ayudara a la resignación –hay lenguaje para nudos, podría usted aprenderlo y hablar así. Utilizando otras partes del cuerpo y nuevas posibilidades para comunicarse.

Buscaba esperanzas dónde colocar su consternación –Doctor es la única opción- el médico recurrió a una alternativa -tenemos otra posibilidad siempre y cuando encontremos las condiciones adecuadas y el nudo no sea demasiado grande. Si este es el caso. Haremos un hoyo en su garganta extraeremos el nudo que la atormenta y podremos sacar la voz por el agujero que le quedaría justo en medio de la garganta. Podríamos además con la ayuda del cirujano, construirle una boca en la garganta que podrá utilizar al cabo de unos meses sin ningún problema. Esta intervención pocas veces se ha realizado pero si en los exámenes que le hagamos sale todo bien podremos efectuarla. ¿Qué opina de esta segunda opción? - me encanta la idea doctor; así no solo no perdería la voz sino que podrían construirme los labios que siempre he querido tener, de acuerdo doctor, me pongo en sus manos y le agradezco su atención. –vaya con la enfermera ella le indicará el piso y la cama en la que usted se hospedará si los resultados están para mañana la operamos el miércoles a primera hora.

Teresa, se cambió de ropa. Se tocó la garganta y sentía el nudo ahí. Podía tocarlo, lo acarició como pidiéndole que no la molestara más. Implorándole se fuera de su cuerpo. Se alejara de su voz. Pero el nudo seguía ahí, sin la intención de irse. Se recostó en la sábana blanca que aún tenía el olor a detergente y esperó a que le devolvieran la calma. Las noches. Los sueños. La tranquilidad.
Jamás conoció la tranquilidad pero ahora estaba segura que tenía la posibilidad de acostumbrarse a ella. Buscaba entre sus pensamientos las causas que habían llegado a provocar los nudos y encontró suficientes como para llegar a sentirse entristecida. Posiblemente la necesidad guardada de soltar el llanto, las carcajadas que nunca ha podido dejar salir, los secretos que ha guardado durante años y no ha dejado que se asomen más allá de su pecho, apenas se asoman y los vuelve a meter, quizá en ese transitar algún secreto se quedó escondido y se anidó en su garganta formando el nudo que ahora la angustia.
Sacó un papel de su bolso, buscando una pluma encontró un marcador azul, que manchaba el papel bruscamente. No tenía la suavidad de la pluma que lo acaricia. Pero dejó salir un mensaje que decía: “Cómo puedes estar dentro de mí, quedarte en mí y hacerme tanto daño. Comienzas por palpitar al sonido de los latidos de mi corazón. Despierta el dinosaurio que construyes con tus fluidos áridos. Me estremeces en el golpe que provocan las contracciones y los espasmos que ocurren cuando despiertas. Tus bordes delinean una figura que con tu ausencia he tenido la oportunidad de idealizar”

Doblo el papel cuidadosamente. Caminó despacio y lo arrojó por la ventana al océano de aire, que llevará el recado arrastrándolo por el suelo hasta que llegué a sus pies. Satisfecha se tiró a la cama y comenzó el proceso de sanación.