domingo, 8 de junio de 2008

104 años de vida e historias que contar...













La historia de mi abuelo es interesante, no sólo por su longevidad sino por las experiencias acumuladas en ese andar. He recuperado sólo algunas historias de las que ha pasado ese hombre, para mi desventura, él es algo reservado y hay días en que no se antoja mucho platicar, le gusta estar sólo con mi abuela. Me ha mencionado que se ha cansado de vivir y no sabe como dejarse morir, la monotonía de la vida le ha batido, la misma comida, la misma gente, los mismos paseos, con 104 años ha vivido y ha visto demasiado. El cansancio le pesa en la mirada pero sus piernas se levantan firmemente y se echan a andar. Mi abuelo no es Dorian Gray, el tiempo le ha desfigurado su galantería no es el hombre guapo que encantaba a las mujeres, más bien ahora le ceden el paso y lo miran con ternura. Las arrugas han marcado su existir y su cuerpo detiene sus pensamientos día a día. El no ha muerto porque no sabe cómo hacerlo, la ansiedad lo asusta, la vida lo atrae, el viento lo acaricia y le recuerda que existe. Nosotros su familia lo mantenemos vivo, lo cuidamos, lo visitamos, lo adoramos en nuestros rezos y prolongamos su vida.



Ismael Cepeda y María Martínez (1)



Entre Padre Mier y Morelos por la calle de Diego de Montemayor, mi abuelo rento una casa. La fachada era sencilla, tenía sólo dos cuartos y el interior estaba deteriorado. Mi abuelo en su afán de detallista le llevó tres días arreglar la casita; le arregló las puertas, la pintó, ordenó la cocina y cuando estaba terminada entró con mi abuela de la mano diciéndole -"jamás entrarás a una casa tirada mientras yo viva". Al mes llega el rentero a cobrar el plazo de renta y mi abuelo le presenta las cuentas de la reparación y le da la opción de pagar la mitad de la cuenta cada uno. El rentero le contesta que fue su decisión arreglar la casa así que él no pagaría ni un centavo de los arreglos. Mi abuelo le pago el mes, le dijo que se retirarían de la casa. Pero antes de irse tomó un pico y destruyó la puerta, las ventanas, las paredes y entregó la casa, casi igual que como estaba.

3 comentarios:

° Marilyn ° dijo...

Yo también disfruto tanto las pláticas con mi Tita, entre más le pregunto, con más entuiasmo me cuenta, narra y describe. Toda su vida es tan fascinante pero a la vez tan aparentemente sencilla, quizá por ser como tú dices "por las experiencias acumuladas en su andar"

Mi abuelo ya no está aquí, él era enérgico pero cariñoso, firme pero consetidor, y toda esa dualidad que de pronto se vuelve una constante en los abuelos.

Gracias por hacerme recordar a mi gordo gruñon adorado

Un abrazo!

Guillermo Berrones dijo...

Mientras tu abuelo no sabe cómo morir, nosotros no sabemos cómo vivir.¡Vaya paradoja!
Felicidades a tu abuelo, amiga; o sea que te espera larga vida. Tu texto es muy espiritual.

° Marilyn ° dijo...

¡Hola Maestra Ileana!

No encontré otro medio por el momento.

¿Tienes algo que hacer mañana viernes a las 7?

Quiero invitarte a una lectura de obra...

=)

Y como es de una poeta que te gusta mucho, creo que te agradará la idea.

Al rato llamo a tu cel, espero que sea el mismo.


Adiós, qué estés bien.