miércoles, 23 de diciembre de 2009

DIAGNÓSTICO II


En la sala de espera se distinguía un joven. Llevaba un libro entre sus manos que manipulaba acariciándolo, movía los labios sin pronunciar palabras, caminaba de un lado a otro esperando su turno. Solo paró cuando escuchó que lo llamaron por su nombre. Apenas entró al consultorio y dijo: - Doctor, algo me pasa que no puedo dejar de hablar.
El médico sorprendido por la urgencia que se manifestaba en la premura de la consulta, le preguntó - Desde cuándo se encuentra en ese estado.
- Hace unas semanas. Comencé sin poder dejar de pensar, me preguntaba de todo y por todo. Después, decía lo que pensaba con frases cortas y comentarios. Pero llegó un momento en que la lengua se me salió de control, fue como si tomará vida propia y fuera una extensión de mis pensamientos que ahora ya no puedo parar.
- Bien; podría abrir la boca y mostrarme sus pensamientos.
- Pues escuche: Será posible la liberación del espíritu en esta enredadera de palabras que alimentan los prejuicios y engrandecen la ignominia. Será posible que nos despojemos de cada palabra aprendida, que permitamos la entrada a la decostrucción de inputs que han alimentado nuestros pensamientos que han alimentado a su vez las ideologías sociales; así como las acciones cotidianas de nuestra cultura. Cada avatar que construimos mediante el pensamiento nace en la construcción del lenguaje que materializamos en las conversaciones cotidianas y alimentamos en la retórica y la elocuencia para expresarnos.
En cada contexto nace un ente distinto que controlamos con los saberes que poseemos y utilizamos para darle sentido a nuestra estancia en este espacio. En cada intercambio comunicativo manejamos nuestros pensamientos y los de los demás provocando las reacciones que controlamos a través de nuestras acciones-intenciones, recolectando las protestas de cada interlocutor vamos transitando en el tiempo intentando en vano prolongar segundos y acelerar horas. Manejar el tiempo que también nosotros construimos.
Discerniendo, desentrañando situaciones complejas, simplificamos, entendemos, provocamos, reaccionamos, construimos, conducimos, controlamos, manejamos, manipulamos, sufrimos, lloramos, desgarramos, sentimos, alertamos, pensamos que no pensamos, pensamos dejar salir nuestros sentimientos, pensamos que nos equivocamos porque hicimos las cosas sin pensar, reflexionamos, nos perdonamos, juramos, prometemos, y volvemos a los mismos comportamientos planetarios que nos mueven y nos conducen a repetir paradigmas que nos conducen de nuevo a repetir el patrón y entrar en un bucle de sensaciones que las nominamos sentimiento.
Nos interesa pensar, pensamos que no sabemos pensar y nos damos por vencidos en el esfuerzo que requiere la materialización del pensamiento. El desarrollo de las habilidades que producen el pensamiento se detienen en un acto suicida cuando el ser humano decide dejar pasar, dejar que otro termine la tarea que él quiso comenzar. Tomar la pluma o tomar la palabra son actos de valentía que si bien no vale la pena publicar, vale la pena producir para lograr el avance del pensamiento y con este acto madurar la idea y cosechar la creencia en la fundamentación de un espíritu pensante.
Las ideas, las creencias, los fundamentos, las teorías no se forman con las ilusiones de hacer las entes; se forman en el proceso heurístico que provoca y nace de la reacción hacia nuestro mundo. Mientras no exista esa necesidad de reacción no existirá la necesidad de producción y reflexión. Háblate, escríbete, escúchate y Léete-
Para entonces había recorrido el minúsculo consultorio dando pasos como dibujando el infinito en el piso, caminaba con pasos lentos matizando, marcando, la representación que había construido. Cuando paró de hablar, levantó la cabeza y se sentó en el sillón rojo. Recargó los brazos, simulando mimetizarse con el asiento miró al médico y le preguntó –Qué me pasa-

El médico contestó -Tiene usted verborrea-