lunes, 6 de octubre de 2008

Cuentos de amor y locura soledad II



Recargó su cuerpo antes de tocar la puerta. Demasiado pesada, tanto dolor acumulado y recargado todo en el trozo de madera podrida de tanta humedad. Dio vuelta al cerrojo, entró con miedo, se acomodó la ropa y se sentó a esperar. La sala vacía sonaba al eco de las pisadas del día anterior. Solo paseaba sus pupilas a lo largo y ancho de los límites del lugar. Alto, melena larga y sucia, obeso, triste, molesto, cansado, aburrido. Me vio, se paró junto a mí y me asfixió con sus manos olorosas a sebo.


Antes que nada me contó sus desgracias, se defendió de mi felicidad y en menos de media hora me sentí culpable de su miseria. Me invitó a subir a su coche, me llevo a la escuela y no volví a verla más. Todavía hoy recuerdo la escena de los condominios constitución, la cara de los renteros y la película completa. Escuchar puede robarte la tranquilidad por siempre.


...


Y morirme contigo si te matas

y matarme contigo si te mueres

Porque el amor cuando no muere mata

porque amores que matan nunca mueren

Contigo Joaquin S.



Sentados en la acera repartían los recuerdos en tuyos y míos. Ella vaciaba las lágrimas en una caja de metal, él agachaba la cabeza mientras murmuraba una canción de despedida. Se tomaron de las manos, se abandonaron y subieron cada uno a un tren distinto. Más adelante se encontrarían furtivamente en el cruce de las vías. Caminaba el tren y escuchaba como se igualaba el sonido de las ruedas con el latido de su corazón. Cambiaron los sentidos de los trenes. Movieron las agujas y provocaron un encuentro fatal. Cada uno en trenes distintos, morirían juntos. Ella desde la orilla vio el accidente donde decidió no participar. Él desde el otro extremo la observó en silencio –esto no era un gran amor-


Ileana Cepeda